viernes, 16 de febrero de 2007

sin motivaciones en una interesante y singular Bolivia

El viaje

Bolivia

Aunque a estas alturas mi pasaporte acredita numerosos pasos de frontera, el cruce de un país a otro es especial. Recuerdas los lugares, las experiencias, las personas… que dejas atrás a la vez que sientes expectación por el nuevo destino. Siempre hay que estar muy alerta. Nunca sabes si encontrarás un problema administrativo que te impida el paso, un control de drogas de un policía corrupto, un cambista avispado, una multitud observando tus pasos… Las fronteras son sitios inhóspitos de los que hay que salir cuanto antes. Sin embargo, en el cruce de la frontera entre Perú y Bolivia de manera inconsciente me olvidé de la tensión habitual que me acompaña en estas situaciones. Y disfruté del momento por ser Bolivia el último país por visitar en este mi viaje. Bolivia es el décimo país en visitar.
A escasos kilómetros de la frontera, está Copacabana, el pueblo que es puerto de acceso a la Isla del Sol, situada en medio del Lago Titicaca en la parte boliviana del mismo. Aunque ya conocía la parte peruana del lago, quería presenciar uno de los espectaculares atardeceres del lugar. Y a pesar de que no fue muy atractivo, es increíble el silencio y la paz que desprende la isla, el lago.

Isla del Sol en el Lago Titicaca

Casi veinte horas me llevó cruzar de oeste a este el país hasta llegar a Santa Cruz, donde me reencontraría con Tatiana después de cinco meses de conocernos en su Brasil natal.

Santa Cruz de la Sierra

La parte oriental de Bolivia, la que llaman la ‘media luna’, es la zona más próspera en lo económico. Nada que ver con la Bolivia altiplánica, indígena, desordenada… Por sentirse el territorio que aporta mayor cantidad al país, existe una conciencia diferenciadora respecto al resto del país que llega, bajo mi opinión, a una falta de solidaridad al mismo tiempo que racista. Un gran porcentaje de la población de la región es de origen europeo. Sus demandas de más autonomía suponen desde hace ya unos años, un conflicto con el resto del país.
Dejándome llevar por la sugerencia de Pepi, buena viajera y conocedora de este continente desde Toledo, me llegué hasta la Chiquitanía, un territorio de exuberante naturaleza que cuenta con unas Misiones Jesuíticas de estilo barroco mestizo y que son las únicas del continente que se conservan en pie y que son Patrimonio Cultural de la Humanidad. Hubiera necesitado una semana más para haber podido ver todas. Sin lugar a dudas, un territorio imperdible para cualquiera que visite Bolivia.
Como quizá sabréis los más informados, la parte oriental del país está sufriendo a causa de la insiste lluvia, inundaciones y movimientos de tierra que han causado la muerte de centenares de personas, desplazados y cortes de carretera por desprendimientos. De hecho llegué a Santa Cruz el primer día después de que la carretera hasta allí permaneciese cerrada unos cuantos días. Ante esa alerta roja y zona catastrófica, decidí salir de Santa Cruz en avión aprovechando los bajos precios de los aviones del ejército.
Y del calor asfixiante de Santa Cruz, llegué a Sucre, la ciudad blanca y capital nominal de Bolivia. Una ciudad con un estilo y cultura colonial muy marcada.

Sucre

Potosí es una población eminentemente minera y que es conocida precisamente por las condiciones de trabajo en que trabajan los mineros, muchos de ellos niños.

Potosí con el Cerro Pico al fondo

De hecho, el mayor atractivo para los turistas es visitar el interior de las minas y ver in situ el trabajo que se desarrolla dentro. Nada que ver con mi experiencia en los pozos mineros de Asturias en términos de seguridad -las galerías no cuentan con entibación alguna, no existen equipos de rescate (¡¡Jose hay mucho que hacer allí!!)- y maquinaria –se trabaja a martillo y el material se transporta a carretilla-. Los que más ganan lo hacen por 10€ al día y los que menos por 5€ en jornadas de trabajo de doce horas. Masticar la hoja de coca les permite aguantar más horas de trabajo. Es habitual que consuman alcohol de 96º de pureza para hacer más llevadero su trabajo. Si en Asturias los mineros se toman su orujito, aquí alcohol puro. Me dieron a probar y no me animé.

Minero en Potosí

Y del frío intenso de Potosí llegué a Cochabamba, la ciudad de la eterna primavera, siguiendo la guía y recomendaciones de mi amigo David que recorrió este país hace unos cuantos años. En Cochabamba conté con el apoyo de la oficina de turismo que me hizo un recorrido por la ciudad, una ciudad sin grandes alardes pero que según veo por las fotos tiene unos alrededores muy atractivos con pueblos coloniales muy bonitos.

Cochabamba

Y de los 2600 metros templados de Cochabamba en ocho horas pasé de nuevo al frío de los 3.610 metros de altura de La Paz. La Paz es una ciudad situada en un hoyo. El descenso por carretera desde El Alto a La Paz es una actividad increíble ya que puedes comprobar la extensión de la ciudad. La ciudad es un auténtico caos al que sólo pone color la indumentaria indígena; pequeñas furgonetas (que llaman ‘trufis’) ocupan de manera casi exclusiva las calles céntricas y avenidas de la ciudad, los puestos callejeros se adueñan de aceras y calles muchas de ellas con una pendiente que te ahoga, carteles publicitarios pequeños y grandes asaltan el caminar, el olor de los puestos de comida envenena el entorno junto el monóxido de carbono de los vehículos, los cláxones de los coche inundan el ambiente, grupos de protestante alzan sus campamentos y plegarias en plazas y parques… La Paz es el mejor ejemplo para entender Bolivia, mal que pese a los ‘cambas’ (cruceños autónomistas).

Tráfico en La Paz

Bolivia es un país muy barato, el más barato. Se puede comer por un euro perfectamente incluso por menos aunque a esos niveles ya no bajo. Aquí he llegado a dormir por 2€ aunque el tema de la calidad del alojamiento deja mucho que desear. En Bolivia ha sido la primera vez en mi vida que he rechazado dos habitaciones por su estado. Aunque tal vez a ello haya contribuido un estado de ánimo decaído.

El estado de (des-)ánimo
Tal y como me esperaba, haber dejado Bolivia para el final de este viaje no era la mejor opción. Opinaba lo mismo de Perú pero afortunadamente la visita de mis padres y la compañía de Gracia, lo hicieron muy llevadero. Lo que menos necesitaba a esta altura de cansancio que acumulo es un país como Bolivia un tanto caótico y en que por la época del año, la lluvia y los días grises son una tónica habitual. Bolivia me cansa mucho más. Lo noto. Los niveles de exigencia con que planificaba mi llegada a los lugares poniéndome en contacto con hoteles, oficinas de turismo, operadores turísticos… han decaído y ahora lo dejo casi todo al azar. Si anteriormente era muy meticuloso con mis reportajes fotográficos, ahora me falta motivación para buscar la mejor foto para el atardecer tal y como sería conveniente. Llego al final del día cansado y para colmo y por exigencias de un guión apresurado, en numerosas ocasiones me toca viajar de noche para aprovechar el día siguiente. Cada vez más, la monotonía se apodera de mi huella ya de por sí debilitada emocional y físicamente. Si al menos hubiese sol… podría atisbar una ligera sonrisa.

Plaza de San Francisco

La oportunidad (perdida)
Fue un arrebato de (in-)conciencia cuando Tatiana me contó que el carnaval lo pasaría en Río. Tal como se me encendió la luz, se me apagó por imposible. Días después y en pleno proceso desmotivador, encontré que 300€ me alejaban de la gris Bolivia y me llevaban a la alegría (excesivamente descontrolada y perniciosa) del Carnaval de Río, al calor del sol de las playas, a la novedad del espectáculo… pero sobre todo me trasladaba a esa compañía de gente cálida que necesito en estos momentos del viaje y que tenía asegurado de la mano de Tatiana y sus amigas y de los amigos de Río y Sao Paolo a los que esperaba dar una sorpresa pues siento su gran cariño y aprecio.
Pero lamentablemente, mientras planificaba que la visita fuese rentable y en las mejores condiciones posibles, el día que marché a comprar el billete la oferta había desaparecido. Y con ella también la posibilidad de disfrutar de una gran semana. Y aunque intento ver el lado positivo del hecho (conocer mejor Bolivia), no consigo olvidar la oportunidad que se me escapó de haber vivido una experiencia diferente rodeado de buena gente. Afortunadamente, este año 2007 volveré a reencontrarme con Ildefonso, José María y familia, Francisco y Tatiana, Dios y sidra mediante. Afortunadamente, espero que también haya más posibilidades de acudir a Río en las mismas condiciones. Los lazos de amistad y la infraestructura están creados.

Plaza de Murillo

Ella, Tatiana
La coincidencia de su paso por motivos de trabajo con el mío por Bolivia, se merecía un buen reencuentro; el mejor hotel (de Bolivia), la mejor de las predisposiciones, la mayor de las confianzas… Y aunque sus compromisos laborales nos impidieron pasar más tiempo juntos, el reencuentro nos permitió disfrutar, charlar, reír, brindar… bajo el calor y las tormentas. Gracias Tatiana por tu cariño, por tu humor inteligente, por tu sonrisa oportuna, por tus detalles, por tu aprecio, por esa chispa, por tus palabras de ánimo… en ese tu portugués que me derrite.

miradas

Él, el transmisor de la tentación
Digamos que se llama Gabriel, para no dar más señas que pudieran perjudicarle, y digamos simplemente que es español. Lo encontré comprando el billete hacia la Isla del Sol. A partir de entonces compartimos tres días juntos en compañía de tres argentinos y una coreana. Gabriel se encuentra viajando también desde hace un buen tiempo. Lo que le distingue de mi caso es que cada tres meses regresa a España para fichar y seguir teniendo derecho a su subsidio de desempleo. El tío, mientras viaja cobra el paro!!!. El inconveniente es que tiene que regresar cada tres meses a España. Mientras tanto está instalado en Buenos Aires donde es más barato vivir y desde allí se mueve por el continente.. Gabriel, no sé si darte las gracias o por el contrario lamentarme de haberte conocido. Qué tentación me provocas de cara a mi futuro inminente…

El último recurso
Aunque parezca mentira, de Toledo sigue sin llegarme una simple foto de mi sobrino Andrés. Por eso es que no puedo compartirla con aquellos que me la habéis reclamado. Sinceramente imperdonable. Siento que estoy lejos. Más de lo que realmente estoy.

Minas de Potosí

Una carta de amor que escribí el año pasado. Título: ‘Cien palabras’.
Más de sesenta años juntos y nunca fui capaz de escribirte carta alguna. Siento que hay sentimientos que si no se escriben... se diluyen con el tiempo. Y eso no voy a consentir que suceda con nuestro amor. Con la ayuda de nuestro nieto mayor quiero dejar grabado y en cien palabras mi eterno agradecimiento. Por tu entrega, por tu pasión, por tu compañía, por tu hombro, por tu AMOR, por tu... ¡¡Qué poco dan de sí cien palabras, cariño!!. Me consuela que a ti te bastan sólo cuatro, las que acompañan siempre a mis abrazos: ¡¡TE NECESITO MI VIDA!!

una flor para San Valentín

La anécdota
El otro día recibo un mail de una amiga que me escribe contándome temas actuales pero lo hace a través de un mail que mandé el 1 de septiembre de 2005 en pleno viaje por Costa Rica. ¡¡¡Cómo conserva ese mail y por qué me responde a través de él???. Aquel mail terminaba con una parábola que leída en la actualidad puede interpretarse como un detonador, como un ejemplo de vida. Aunque muchos me consta que lo recordáis pues en ocasiones me lo hacéis recordar, aquel mail enviado desde Costa Rica, terminaba así:
Ayer, mientras volvíamos de viaje a San José y charlábamos de mis proyectos de futuro y angustias, Mauricio me contó la siguiente historia que le narró un día su mujer.
'Había una vez un aprendiz al que le asignaron un maestro para enseñarle sobre los menesteres de la vida. Un día paseando por el campo, llegaron a la casa de una familia. El hombre de la casa les contó que apenas tenían para comer y que la única fuente de ingreso, una vaca, era insuficiente. De camino de vuelta, el maestro mandó a su discípulo, volverse y matar la vaca. Con extrañeza y pena, así hizo.
Al cabo de unos años y tras haber abandonado ya a su maestro, el joven acudió a ver a la familia para pedirles perdón. Cuando llegó pudo observar una floreciente huerta e incipiente ganadería que provocaba la alegría de toda la familia. Y preguntó al señor que cómo había hecho para cambiar su vida. El señor entusiasmado le respondió: nosotros teníamos una vaca, pero un día murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así, alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora... '.


En La Paz, con las manos congeladas y la cabeza en Río, a 15 de febrero de 2007.

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