viernes, 14 de julio de 2006

todu bem, todu muito bonito em São Paolo

El viaje
Todo el mundo me había avisado de que no sería posible conocer en un mismo día los dos lados de las cataratas del Iguazú, el argentino y el brasileño. Acostumbrado ya a que no es necesario siempre hacer caso a la opinión de la gente, me levanté pronto y no solo me dio tiempo a verlo todo sino que me recreé al final de la jornada. Bueno, realmente recrearme no mucho pues no había mucha agua.

cataratas del Iguazú

Tras dieciséis horas de autobús llegué a Sao Paolo, la capital industrial del Brasil y que cuenta con un área metropolitana que supera los 16 millones de habitantes. São Paolo es una ciudad que apabulla por las dimensiones que posee y que intimida por su fama. Según leí el otro día en un periódico es, junto con Medellín, la ciudad más peligrosa del mundo (25 asesinatos diarios y 90 secuestros al mes).

Sao Paolo

Además de desconfiar de estos estudios, yo no pude ver ni sentir nada que avale esos datos. Lo que sí es cierto que aquí se toman precauciones a las que uno no está acostumbrado como la de saltarse los semáforos en rojo en determinadas zonas de la ciudad ante el temor de ser asaltado. Pero bueno, esto también lo viví en otras ciudades por las pasé durante este viaje.

Pronto caí en el cobijo y cariño de los asturianos. José María, del Entrego y Presidente del Centro Asturiano, dispuso para mi la casa de su hija. Toda su familia hizo todo lo posible para que mi estancia fuese lo más agradable posible. Y lo lograron con creces; me alimentaron, me lavaron la ropa, un espacio para mi “oficina”, me dieron cariño... Una vez más, me sentí en mi propia casa. Francisco, de Gijón se puso a mi disposición y me guió por la ciudad. Víctor, de Trubia, me ofreció su experiencia de vida e historias amenas y muy divertidas. ¿Qué más pedir?

Asturianos en Sao Paolo

A través de mi tío Miguel, conocí a Roberta, una simpatiquísima paulista que me permitió conocer a su encantadora familia, lugares interesantes y probar comida local exquisita. Ajenos a mi aventura, se convirtieron en poco tiempo parte importante de ella.

roberta y familia en Sao Paolo

Y así, querido, atendido, agradecido, satisfecho y feliz me fui de Sao Paolo, habiendo entablado nuevas amistades… inolvidables y que ya me acompañan en el corazón. Y es que siento la necesidad por ser justa, de hacer tributo de toda la gente que se porta conmigo así, así de bien.

Los costes
Brasil es caro… para alguien que viaja como yo durante un tiempo prolongado. Para alguien que viene su mes de vacaciones, desde Europa, no lo es. Si en Argentina era capaz de sobrevivir con diez euros por día, eso solo lo gasto aquí tan solo en hospedarme. En el transporte es donde más lo noto. Las dimensiones del país, me obligan a realizar largos trayectos y eso supone un desembolso considerable de dinero. Para ahorrar (y también ganar tiempo), viajo por la noche.

El portugués
Incluso para mi, el portugués puede llegar a ser una lengua entendible. Incluso ellos, llegan a entenderme cuando hablo en castellano. Pero cuando, yo torero, intento expresarme en portugués, me sale una mezcla muy singular de gallego, bable, catalán pero sobre todo italiano… que como sé unas cuantas palabras pues me surge sin justificación racional aparente. Por ejemplo, el ‘muito obligado’ yo lo convertí en ‘molto obligado’.Y así con mi portuñol-italiano voy provocando las risas por el Brasil. Pero bueno, todu bem.
Intenté comprarme un libro de introducción al portugués pero parece ser que los de aquí no lo necesitan… Si alguien que bucee bien en Internet encuentra algo así, que me lo mande por favor. Yo le estaría “muito obligado”.



El momento
Una vez más el insomnio me incordiaba. Pero no eran los pormenores de mi viaje los que esta vez me preocupaban. Me molestaba, una vez más, la muerte. Siempre he vivido agobiado por este “asunto”. Aún recuerdo con absoluta nitidez a pesar de que era bien niño, una noche en aquel piso en Toledo de la avenida Boladiez en que me desperté llorando en aquella cama que ocupaba junto a la pared del fondo de la habitación. Cuando mi madre me socorrió (mi padre trabajaba), la dije entre un verdadero sollozo que yo no quería morirme.
Ahora, lejos del consuelo maternal y en medio de una ciudad intimidante, repensé lo que muchas veces ya pensé y nunca expresé a los míos. Ojala que de tener que suceder me sorprenda tarde y ya sabio, pero si alguna vez muero… y hasta nuevo aviso; bajo el rito que más pueda aliviar el dolor, que sea mi familia la que lo decida. Mi cuerpo que sea incinerado. Y que mis cenizas sean esparcidas en dos lugares. Para seguir junto a los míos, en Toledo, por la zona del valle, mirando a la ciudad. Y en Oviedo, desde el Naranco, para tener de frente a Asturias, la tierra que tanto me provocó.
Así, y por última vez, seguiría incordiando… y también viajando. Eso sí, solo si alguna vez muero.

En Sao Paolo a 9 de julio de 2006

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